Autor: Humberto López Tirone 

Cada 20 de diciembre, suenan en nuestros oídos el clamor de prohibido olvidar. Son miles de muertos, heridos, mutilados y perseguidos que todavía claman justicia.

Ningún gobierno “Torrijista” post invasión ha hecho ningún esfuerzo serio de encontrar la verdad en imponer la justicia. Al contrario ha sido gemuflexo al poderío de los invasores y lo que es peor ha construido complicidades con los herederos políticos y descendientes de los que perpetraron semejante tragedia.


En Panamá todavía hoy existe un proyecto de independencia nacional frustrado, un sentimiento de impotencia ante la imposición de una desigual batalla, que apadrinada por los antipatrias (algunos de ellos hoy miembros del nuevo PRD light), impuso un gobierno títere y antinacional, a la sombra y protección de los carapintadas del imperio.

El 20 de diciembre de 1989, con la mitad de los efectivos militares usados en Vietnam, el imperio rapaz de Bush invadió nuestro territorio, llenando de luto y dolor a América Latina. En las primeras 24 horas cayeron más de 200 bombas de alto poder destructivo y se utilizó la más alta tecnología de guerra.  Jamás panameño alguno aceptará las razones políticas o morales, inspiradas en supuestos valores cívicos, que justifiquen semejante crimen. La mentira epistolar de que buscaban arrestar a un hombre y sus allegados, el mundo civilizado no la creyó.

Las familias y amigos de los 4000 muertos, 8000 heridos, 5000 damnificados, 25000 votados de sus puestos de trabajo, jamás podremos olvidar la agresión sangrienta y criminal que ejército alguno, en la historia haya perpetrado para derrocar un régimen e imponer otro que respondiera a intereses hegemónicos. Encontrándose desde el día anterior bajo la protección de los norteamericanos, y aglomerados en un frío salón de una base militar estadounidense, tomaron posesión los nuevos mandatarios. Les tocó escribir la página más negra de nuestra historia, encabezar un gobierno al servicio de los intereses norteamericanos y aplaudir como cómplices mudos la masacre de todo pueblo.

Estuvimos frente a una “democracia tutelar” o “democracia imperial”, frágil como banderita rodeada de tanques y fusiles extranjeros garantizando la hegemonía de las actuales fuerzas dominantes.

La invasión e imposición de un gobierno interino al servicio de sus intereses fue la fase final de una operación para desmantelar el proceso de independencia nacional. La muerte de Omar Torrijos, el 31 de julio de 1981, fue el primer paso para comenzar el proceso de destorrijización de la realidad panameña.

La penuria económica impuesta por la agresión (1987-1989), la invasión militar a nuestro territorio, la imposición de un gobierno títere y la total ocupación militar de nuestro istmo por parte del ejército “gringo”, retrata un cuadro humillante  y a su vez un pueblo a punto de estallar.

Los intereses estratégicos de U.S.A. se encaminaron  a desvertebrar el Estado Nacional panameño, en complicidad con el clero católico de aquel entonces y la oligarquía local sedienta de poder.

La Comisión de la Verdad sobre el drama vivido, la violación a los Derechos Humanos de las víctimas y la persecución desatada, calumnia y deshonra para los que se quedaron o volvieron hasta el último día de septiembre de 1994, nos prohíbe olvidar, aún cuando la complicidad del hoy se la debamos a los miembros de un gobierno del cual sus antecesores fueron las victimas de este suceso. Hay que tener el corazón de piedra y una memoria discapacitada para liderizar semejante bochorno histórico. Será que tendremos que esperar como la España de hoy, para imponer una ley de memoria histórica para desenterrar nuestras fosas comunes y nuestros recuerdos?

Humberto López- Tirone

Embajador de Panamá en España 2004-2008
y en Portugal 1994-1998

 

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